Lleva horas durmiendo en su cunita como un ángel. No me canso de mirarlo”

Es cierto, no se cansa, pero es comprensible: desde que falleció su marido, yo soy su única compañía y solo dos horas los lunes por la tarde. La última vez que salimos a la calle fue en las rebajas de enero. Ahora que empieza el buen tiempo me pedirá que les acompañe a comprar unas sandalias… Tengo que buscar una buena excusa. Me niego a volver a entrar en la zapatería con un muñeco en brazos.

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