No había flecha que le pudiera hacer daño con ese traje reforzado que se había puesto bajo el chándal.

Esperaba que fuera suficiente para evitar un impacto sobre la piel. Hoy no se sentía con fuerzas de disimular el dolor si algo llegaba a rozarle los incipientes moratones.

Todo porque los de la clase de al lado le dejarán jugar a indios y vaqueros.

Los de la suya ya le habían dejado claro en demasiadas ocasiones que no querían saber nada de él.

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