Y ella finge que se lo cree devolviendo la mirada al plato. De reojo observa como, otro domingo más, Juan apura el último trozo de la que considera la mejor tarta del mundo.
“De verdad Marta, si siguiera una receta te la daría, pero ya son tantos años que ni peso ni mido nada” repite Amparo ocultando una sonrisa detrás de la servilleta manchada de chocolate.