Las indicaciones del médico fueron claras: “tres vasos de agua en ayunas, fuera dulces y grasas, una hora de ejercicio al día y ni gota de alcohol”
Así que Luis se levantaba antes de que amaneciera, se ponía el chándal encima del pijama, se bebía el agua – tres vasos- bajaba las escaleras – siete pisos- tiraba la basura y recorría a buen paso la acera
- ¡Buenos días Luis! Que valiente es usted, con este frío y corriendo; lo suyo sí que es ganarse el desayuno… ¿Dos docenas como siempre? Calentitos y con bien de azúcar, que como decía mi abuelo: ¡hay que endulzarse la vida!
De nuevo en casa, Luis vaciaba el cucurucho grasiento en la basura de la cocina y se sonreía mientras buscaba el Danacol en la nevera, pensando en su próximo encuentro con la churrera de ojos verdes de la Calle del Sol.