Mirando al cielo, ahora más azul que nunca, recuerda el día que su madre le enseñó a interpretar la forma de las nubes. Su juego favorito de niño. Parece mentira que hayan pasado tantos años sin volver a prestarles atención. Pero ahora puede recuperar ese pasatiempo. Es justo lo que necesita. Que pase el tiempo.
Sin apenas esfuerzo reconoce un león con la boca abierta, que el viento deforma en segundos hasta convertilo en un un cohete.
Sonríe pensando en lo frustrante que era que su madre no consiguiera ver lo mismo que él, aunque lo señalase emocionado con el dedo. Por aquel entonces aún no sabía nada de ángulos y perspectivas. Qué lastima no haber tenido un móvil cerca en aquella época. En una foto no hay lugar a dudas.
Alarga el brazo, coge su iPhone, abre la cámara y con la ayuda del editor de imágenes perfila con colores cada una de las figuras que persisten en la foto. Una verdadera obra de arte.
Entra al whatsapp con la intención de mandar el resultado al grupo de la Uni. Así sus compañeros dejarían de pensar que no tiene talento y que solo consiguió entrar en Bellas Artes por ser el hijo de la decana.
Pero deshecha la idea. Borra sus nubes, cambia a cámara frontal y mirándose en la pantalla con decepción se da cuenta de que quizá sea un buen momento para hacerse la foto del reto 20 días sin peinarse.